jueves, 14 de mayo de 2009

REFLEXIÓN en torno al MÉTODO PEDAGÓGICO

Un hombre no haría nada si espera hasta hacerlo tan
bien que nadie pudiera encontrar errores en lo que hubiera hecho.
Cardenal Newman.

Tratar de definir el escolasticismo o la escolástica en unas pocas palabras, resulta arriesgado, dado que pueden omitirse elementos de suma importancia . Sin embargo, no es nuestro objetivo rector en este trabajo, de por más sencillo, llegar a una definición exacta o exquisita del término, sino que el mismo sirva, de fundamento a otro más marcado: «EL PENSAMIENTO PEDAGOGICO DEL PADRE FELIX VARELA Y SU LUCHA CONTRA EL ESCOLASTICISMO EN LA EDUCACION» .
Una definición sencilla, al decir de algunos autores, sería la siguiente :
«Es la escolástica una filosofía que alcanzó su esplendor en la época medieval (476 dC - 1453). Es una fusión de varias doctrinas predominando la Cristiana, la Arábiga y la Judaica. Esta filosofía es dominada en su totalidad, por las enseñanzas de los libros del famoso filósofo griego Aristóteles. Está llena de formas silogísticas que es su esencia, donde tienen cabida todo tipo de sofismas y paralogismos: Es la lucha de la autoritaria literatura por lo irrazonable».
El Padre Varela al publicar sus misceláneas filosóficas en 1819, con su gran agudeza ideológica, la define de una manera más amplia, más completa y sin dudas más científica:
«El escolasticismo, considerado en su doctrina, no es más que un conjunto de las que se le atribuyen a Aristóteles, aplicada a los diferentes objetos de las ciencias. Si se considera en su método, viene a reducirse a un orden de definiciones, divisiones y principios generales, que se aplican a las diferentes materias. Atendidas sus reglas, no vienen a ser otra cosa que unas observaciones prácticas del modo en que cada uno ha creído que debe dirigir el entendimiento, y por eso se observa que todas ellas se establecen, sin haber presentado antes los pasos analíticos que se derivan de su formación. Si consideramos su lenguaje, él no es de ningún idioma conocido, sino que forma una mezcla de todos, y así se forman muchas de las palabras de la escolástica. Sus cuestiones, o contienen verdades que sin estudio alguno las perciben todos, o son de materias abstractas que atormentan el entendimiento, sin adelantar un punto el verdadero estudio... Esta ligera idea del escolasticismo me parece que está tan comprobada por la experiencia, que no necesita nuevas manifestaciones. Para mí, de todas la quimeras con que se alimenta la escolástica, la principal es su decantada forma silogística».
Si tenemos en cuenta el elemento etimológico y semántico de los términos:
SILOGISMO: argumento compuesto por tres proposiciones, donde la última se deduce de las otras dos.
SOFISMA : razón aparente pero falsa.
PARALOGISMO: razonamiento falso.
Si nos detenemos en la esencia y en las causas que le dieron a la escolástica como método pedagógico vida y desarrollo durante varios siglos en todo el mundo, así como en sus resultados improductivos, no nos resultaría extraño pensar, que hombres de la talla de Varela lucharan con todas sus energías en contra de éstos preceptos y que esa lucha sería fácil en lo referente al ámbito educacional. Pero si hacemos una reflexión más profunda desde el punto de vista histórico y tenemos en cuenta las condiciones políticas, económicas y sociales de la Cuba de la primera mitad del siglo XIX, nuestras conclusiones serían totalmente diferentes.
«Cuando las ideas intermedias no
están bien percibidas, conviene
formar un silogismo que las aclare, más cuando son evidentes,
perjudica el reducirlas a silogismo».
Debo aclarar, que aunque el Padre Varela fue un fecundo demoledor e innovador, impugnó sólo la parte deleznable, decadente y arcaica de la escolástica, y no pretendemos por tanto en este trabajo, subrayar lo que en ella evidentemente hay de valor. Pienso además que estimar y valorar con verdadera justicia una determinada corriente filosófica, una doctrina, o una ideología, e incluso un método o una metodología pedagógica aplicadas con anterioridad, no significa necesariamente que la adoptemos hoy en día.
Estudiar las observaciones escolásticas debe ser algo obligado para todos los que nos dedicamos al pan de la enseñanza, para poder comparar y discernir entre aquellos elementos que son anacrónicos y decadentes y todos aquellos contenidos o especies que han sido y son perennes.
Varela no se contentó con implantar lo nuevo como método pedagógico, sino que combatió la parte falsa de lo viejo, de todo aquello de la escolástica que ya desde el siglo XVI era cosa vacía, alejada de la realidad del mundo físico, del hombre y de las ciencias.
Aunque desde dicho siglo en muchas universidades coloniales se combatió el método escolástico en la enseñanza de las ciencias, hoy no nos debe alarmar que sus influencias negativas hayan perdurado hasta nuestros días, y que muchos profesores y maestros, tal vez de una manera inconsciente, por falta de preparación, rutina laboral, u otras causas, apliquen de una manera solapada formas pedagógicas enmascaradas en silogismos modernos y en disputas como método esencial de la escolástica.
Ante todo Varela nos demuestra el daño horrible que provoca el método escolástico en la educación de niños y jóvenes, y lo ejemplifica también en sus misceláneas filosóficas, al decirnos:
«Cuando las ideas intermedias no están bien percibidas, conviene formar un silogismo que las aclare, más cuando son evidentes, perjudica el reducirlas a silogismo.
Si decimos: el hombre debe amar a Dios , que lo ha criado, y si no le ama, es un ingrato y merece el enojo divino, la conexión de éstas ideas es muy clara, y presentadas con sencillez, convencen y se quedan muy impresas en el espíritu.
Pero supongamos que se reducen a forma silogística, y decimos: el hombre debe amar al ser que lo ha criado, es así que Dios es el ser que ha criado al hombre, luego el hombre debe amar a Dios. Otro silogismo: el que no ama al ser que lo ha criado, es un ingrato; es así que el hombre que no ama a Dios, no ama al ser que lo ha criado; luego si el hombre no ama a Dios, es un ingrato.
Otro silogismo: el hombre ingrato para con Dios, merece el enojo divino; es así que el hombre que no ama a Dios, es ingrato para con Dios; luego el hombre que no ama a Dios, merece el enojo divino.
¡ Que diferencias entre aquellas expresiones tan breves, tan claras, tan convincentes, y este retruécano pesadísimo y casi incapaz de conservarse !
Una repetición necesaria no debe omitirse; pero es superflua , atormenta el espíritu».
Al revisar algunos de sus trabajos y artículos, nos dimos cuenta que el Padre Varela pedagógicamente no fue un maestro que actuó por simple intuición. Tanto él como su época fueron marcados e influenciados, por varios hechos históricos y culturales muy importantes, que contribuyeron a rectificar unos, y a profundizar otros, aquellos elementos que conformaban la gran cultura y personalidad del distinguido educador.
La Revolución Industrial Inglesa, La Revolución de Haití (1804), la liberación de las 13 Colonias del coloniaje Inglés (4 de julio de 1776), la toma de la Habana por los Ingleses (1761), pero sobre todo la gran Revolución Francesa de 1789, con sus corrientes y movimientos progresistas, con su gran auge literario, político y social, harían posible que el descollante joven cubano puliera su pensamiento filosófico, su ideología clarividente, su posición política y social: como cristiano ante todo, pero también como cubano y como patriota.
Percibimos sin dudas la impresión de que fue Varela, un sacerdote muy actualizado, pues estudió con inteligencia propia, con originalidad, y con una visión muy práctica, todas aquellas tendencias que posteriormente sirvieron de fundamento, de simiente, a su fructífera obra filosófica, obra que afloraba de manera inevitable de todo su ser. Algunas tendencias fueron refutadas por él, otras aceptadas con ciertas modificaciones debido a su genial aporte intelectual; así estudió a los iluministas franceses, a los innatistas y sensualistas, penetró la metafísica y hasta en el materialismo, leyó y estudió a figuras célebres como Feyjoó, Lancaster, Condillac, Locke, Kant, Descartes, Tracy, Rousseau, Santo Tomás, Bacon, Newton, entre otros.
Retomando la situación cultural e histórica en la primera mitad del siglo XIX, Cuba estaba dominada e invadida por el escolasticismo, implantado, difundido, y defendido por las autoridades, tanto militares como religiosas. La escolástica penetraba en todo el quehacer humano, y era un arma poderosa que dirigida con eficacia e inteligencia, permitía dominar con cierta facilidad a la masa de cubanos criollos, y así seguir extrayendo de nuestra patria, jugosas ganancias para la metrópolis: Convenía a España que Cuba, su hija adoptiva por imposición creciera físicamente, pero su mente y su pensamiento no.
Fue precisamente el Padre Varela y no otro, quien se dio cuenta primero de que Cuba jamás se podría liberar del yugo español, y pienso yo de cualquier otro yugo externo o interno, si sus verdaderos hijos, y digo criollos, ya fuesen terratenientes, de clase media, comerciantes, campesinos, blancos, negros, mulatos, esclavos o libres, todos, no se unieran en una misma lucha por el bien común de la Patria.
Su objetivo era formar en la conciencia y en el corazón de los cubanos la necesidad vital de unirnos todos bajo el sentimiento de Patria y Nación, porque la Patria en su acepción materna acoge a todos sus hijos, no excluye, ni limita a un determinado pensamiento filosófico o religioso. Sus enseñanzas encontraron en Martí su más alto exponente interpretativo cuando en la proclamación de la primera República Española en Madrid, el 26 de abril de 1873 en su artículo La República Española ante la Revolución Cubana, sintetizara magistralmente el concepto de Patria: « ... Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más que derecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas».
Varela defendió su doctrina, la Doctrina Social Cristiana que va mucho más allá de cualquier filosofía terrenal. Persuadía y toleraba en su labor educativa, percibiendo con gran agudeza que la diversidad y la pluralidad lejos de dividir unía, y que la verdadera unidad descansaba precisamente en la unidad plural por el bienestar y la dignidad de los hombres y la nación.
Años más tarde, nuestro Apóstol, bebiendo de la savia del trascendental sacerdote pronunció estas palabras en el Liceo cubano en Tampa, el 26 de noviembre de 1891: «En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre..., cerrémosle el paso a la República que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos..., unámonos cubanos en esta otra fe : con todos y para todos..., Es preciso en cosas de pueblos, llevar el freno en una mano, y la caldera en la otra. Y por ahí padecen los pueblos : por el exceso de freno, y por el exceso de la caldera..., y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: con todos, y para el bien de todos».
Quería lograr que todos los criollos pensaran y actuaran sencillamente como cubanos. El se dio cuenta que para lograr tamaña obra, había que empezar de cero, y proponer un programa que llegara a todos aunque durara años recoger los primeros frutos, y que el medio más eficaz, el único vehículo idóneo para lograrlo, no podía ser otro que el de la correcta educación de los ciudadanos. Por eso luchó con todas sus fuerzas para reformar el arcaico y decadente sistema educacional de la época, el cual contaba con 200 años de atraso; había que transformarlo de raíz, con inteligencia, con osadía, pero sobre todo con filosofía, con ideología, con teorías y métodos puramente cubanos. Había que lograr que emergiera desde las propias entrañas de la Metrópolis, la nacionalidad cubana. Para Varela estaba claro, la educación era la base del desarrollo y del progreso en todos los órdenes, y por ende era precisamente la educación la que debía tirar de dicho desarrollo y no viceversa como pensaban muchos en aquel entonces.
Tal vez hoy, algunos de nosotros tengamos la misma duda que presentó el heroico patriota Manuel Sanguily, reflejada en una carta que le escribiera a José de la Luz y Caballero, cuando este definió al Padre Varela como «el primer cubano que nos enseñó a pensar», cosa que Sanguily no entendió, pues creyó que Caballero estaba subestimando a otras figuras. Quizás no fue Varela el primer cubano que pensó en la independencia, quizás incluso no fue el primer reformador de la educación en Cuba, pues ese gran mérito le concierne, en mi modesto criterio, al ilustre Padre Don José Agustín Caballero con su reforma filosófica, y del que Martí dijo con toda justicia que fue el primer filósofo cubano; pero de lo que si no hay dudas, es de que fue Varela el primero que lo hizo de una manera consciente, estructurada orgánicamente, con un profundo contenido filosófico y político, y sobre todo con luz de futuro, con criterio de Patria, de Nación, de Ciudadanía.
El vivió y sufrió en carne propia la experiencia amarga y dolorosa que dejaba la educación escolástica, dolor que quedó reflejado cuando enunció: « no me acuerdo que haya venido ante mí a oír las primeras lecciones de filosofía, un solo joven cuyas ideas hayan sido bien conducidas en la primera enseñanza. Se les encuentra inexactos, precipitados, propensos a afirmar o negar cualquier cosa sin examinarla, y solo porque se lo hacen, llenas de nomenclaturas vagas, sin entender una palabra de ellas; tan habituados al orden mecánico de repetir de memoria sin poner atención en nada de lo que dicen , que cuesta un trabajo inmenso hacerles entender.»
Por todo ello la educación escolástica para Varela significaba ante todo atraso, irreflexión, dogmatismo, superstición, un cierre de puertas a las ciencias naturales, un freno enorme, una gigantesca piedra que había que saltar necesariamente en el camino por recorrer, donde él vislumbraba al final la nacionalidad cubana.
Debemos significar que el período docente del Padre Varela fue extremadamente corto, pero extraordinariamente fructífero. En solo 10 años ( de 1811 a 1821 ), pequeño tiempo de ejercicio, dejó para la historia los cimientos de la pedagogía cubana.
En 1811, enferma Don José Agustín Caballero y Varela asume por oposición la cátedra de filosofía en el seminario de San Carlos y San Ambrosio, del cual egresó como un eminente discípulo. Tenía solo 23 años. Desde esa posición podía empezar a materializar sus sueños de reformas y sin perder tiempo elaboró sus propios folletos de filosofía, los últimos en español. Es bueno destacar que todas las disciplinas en aquella época se impartían en el idioma latín, pero Varela le concedió al lenguaje y al buen uso de la lengua nativa una importancia mayúscula y lo percibió como el vehículo del pensamiento. Al respecto dijo:
« Tú, don excelso de la palabra, que el cónsul filósofo te llama el distintivo de la especie humana, tú eres el retrato fiel de los pensamientos y participas de las mismas perfecciones y deformidades que en ellos se encuentran ... la práctica de no enseñar las ciencias en la lengua nativa y mucho más cuando se hace en un idioma muerto atrasa nuestros entendimientos... el latín en la enseñanza atrasa nuestros conocimientos. Y después agrega: el que habla bien piensa bien, jamás un correcto lenguaje fue el compañero de unas ideas inexactas y confusas».
Para mi es evidente la intención de Varela con su acto de rebeldía intelectual: exigir autonomía de la institución y libertad de cátedra, pues sin ella no podría influir de la manera que lo hizo a través de la bibliografía. Esto permitiría que la información más actualizada recibida, de cualquier índole y rama, pudiera fluir y transmitirse con rapidez y con ello lograr una educación que respondiera a los intereses de la incipiente nación, y porque según él los textos debían tener un lenguaje claro y asequible, con un alto valor didáctico y que por supuesto estuvieran acorde con la época. A éste último aspecto, también le mostró un gran interés, pues veía como un acto vandálico, que la niñez y la juventud recibieran una educación fuera de su época. Años más tarde Martí retomaba éste elemento cuando expresó: « Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época».
Para Varela los textos tenían como objetivo promover la actividad mental tanto de alumnos como de profesores, por lo tanto en ellos solo debían explicitarse los fundamentos de cada materia, y así lograr que el maestro se preparara más para llenar las exposiciones, y que a su vez los estudiantes se viesen obligados a tomar las tan necesarias y desarrolladoras notas de clase, y para que por sobre todas las cosas, el alumno se motivase por las explicaciones y exposiciones del profesor en las sesiones de conferencias.
Con una gran osadía pedagógica y rompiendo esquemas improductivos, introduce un curso de física experimental anexo a la cátedra de filosofía, influenciado y entusiasmado por varias ideas, pero esencialmente por las de Isaac Newton (1641-1737), y monta en el seminario el primer laboratorio de química en Cuba, asignatura incipiente pero pujante en aquellos momentos. Su sueño era acercar cada vez más los alumnos a la naturaleza, de ahí su marcado interés y predilección por las ciencias naturales y dentro de éstas por las ciencias exactas. Algún tiempo después nuestro Apóstol en la carta que le escribiera a María Mantilla, su niña del alma, desde Cabo Haitiano unas horas antes de partir para el encuentro con la muerte, como una gran recomendación educativa le recalcó: donde yo encuentro mi María poesía mayor es en los libros de ciencia.
En este sentido aprovechó al máximo en aquel tiempo toda la experiencia acumulada por una institución madrileña, la cual realizó un maravilloso trabajo bajo la dirección del sabio profesor suizo Pestallozzi. Estaba luchando ya por cambiar los planes de estudio vigentes, pero no solo en cantidad o número de disciplinas, con un orden más o menos importante, sino en su concepción, o sea teniendo en cuenta los intereses de la pedagogía moderna, de su pedagogía, la cual ofrecía desinteresadamente tanto a sus colegas como a sus discípulos. Con estos cambios decisivos, logró varios objetivos a mi juicio de suma importancia, de los cuales solo resaltamos los siguientes:
1.- Se le empieza a dar a las ciencias por vez primera en Cuba un enfoque verdaderamente científico, combatiendo todas aquellas teorías que frenaban el desarrollo del pensamiento humano, como la teoría a modo de ejemplo del «Soplo Vital» precisamente nacida del estudio de la ciencia química y promovida por el eminente químico Berzelius (1807).
2.- Demuestra que el conocimiento se percibe y se refleja sin límites a través de nuestros sentidos, que no era al decir de la escolástica, exclusivo del campo ideológico, al mundo de las ideas innatas en el alma. Al respecto dijo como una profecía: «La ideología es un resultado de las leyes naturales, y cuando la naturaleza habla, el hombre debe escucharla en silencio».
Su mensaje era claro y transparente, estaba sembrando ya el árbol de la cientificidad de la enseñanza, de la experimentación que nos pone ante el hecho concreto del cual hay siempre que partir. Nos estaba transmitiendo que no habría desarrollo posible sin ciencia de verdad y que era muy necesario desengavetar las lúcidas palabras dichas en el siglo XV por el mil veces sabio Leonardo Da Vinci (1452-1519), que no por viejas y olvidadas, habían dejado ni dejan de tener en la actualidad toda su fuerza y vigencia. Cito: «son vanas y están plagadas de errores las ciencias que no han nacido del experimento, madre de toda certidumbre...».
Con la experimentación de las ciencias naturales, y con el raciocinio como método pedagógico, lograba Varela que sus estudiantes desarrollaran el pensamiento activo, pues a través de dicha experimentación y de una manera didácticamente sutil, iba creando las bases, tal vez sin proponérselo para el desarrollo de habilidades intelectuales hoy en día muy conocidas por nosotros en el contexto psicopedagógico, pero que fueron precursadas y muy tenidas en cuenta por Varela desde aquella época; habilidades como la observación científica, la descripción y la explicación, así como también la comparación, la abstracción y la generalización de los conocimientos, hoy reconocidas como operaciones fundamentales del pensamiento.
Con la experimentación y el método explicativo empleado, pretendía desarrollar en los estudiantes el pensamiento abstracto, ese pensamiento tan necesario e importante, pues solo él nos permite soñar e imaginarnos hasta lo inimaginable, ese que nos hace crear utopías ansiadas y realizables. Qué hermosas y profundas palabras y cuánto significado encierran cuando expresó que en materia de instrucción lo verdaderamente esencial era lo invisible y que por tanto había que enseñar a los niños y jóvenes a leer las palabras que no están escritas y observar las imágenes que no están impresas.
Es tan significativa la enseñanza pedagógica de Varela con relación al método pedagógico o de enseñanza -aprendizaje, que hasta el propio Luz y Caballero inclinose ante su instrucción. Hay un hecho que lo patentiza: entre 1839 y 1840 Caballero sostenía una polémica pública con diferentes pedagogos cubanos, los cuales se oponían a la idea difundida por Caballero, de empezar el estudio de la filosofía con la ciencia física y no por la lógica. La escolástica comenzaba los estudios filosóficos por las disciplinas especulativas ( lógica, metafísica, ontología, entre otras ), y después se impartían las ciencias naturales. Esta polémica fue insoluble durante algún tiempo y solo concluyó al aceptarse la idea dada por Varela, idea que fue explicitada en una carta escrita el 22 de octubre de 1840 en New York. Cito:
«Las ciencias pueden considerarse en si mismas, o en el método de enseñarlas; y aunque éste debe fundarse en las relaciones de aquellas, es vario en el modo de explicarlas. Siendo la lógica la ciencia que dirige el entendimiento, para adquirir los otros, es claro que debe precederlas, o por lo menos acompañarlas, pues lo contrario sería lo mismo que aplicar la medicina cuando ya el enfermo está sano, o traer una antorcha para alumbrar el camino cuando ya el viajero ha llegado a su término. Por lo tanto los que defienden que debe empezarse por la lógica, han considerado a las ciencias por si mismas y sus argumentos son incontestables. Más las relaciones de la lógica con las demás ciencias pueden irse aplicando a un objeto determinado, o enseñar de un modo práctico, cual equivale a enseñar la lógica simultáneamente con otra ciencia, aunque el discípulo no perciba el arte conque es conducido. Entonces se aplica la medicina según lo requiera la enfermedad, y la antorcha acompaña al caminante y alumbra el campo aunque no es percibida..., por tanto la cuestión no debe presentarse preguntando si se ha de enseñar la física antes que la lógica, sino si la lógica debe enseñarse junto con la física, de un modo práctico y meramente preparatorio, sirviendo los objetos físicos para los ensayos lógicos».
Debo aclarar que esta respuesta contundente de Varela, aunque divergente con Caballero no cambiaba en éste último su posición, sino todo lo contrario, pues Don José siempre estuvo a favor de la reforma educacional defendida por el insigne presbítero y educador. Caballero es considerado por muchos y hoy tal vez discutido por pocos como el revolucionario de la pedagogía cubana.
Consciente de la necesaria labor educativa ejercida por el maestro, que es mucho más que la simple disertación de un tema, y de su influencia directa sobre la formación de la personalidad del estudiante, lo concibe Varela como una persona con sólidos conocimientos de la ciencia o disciplina que explica, aceptable cultura general, autodidacta y actualizado en la rama del saber que defiende, sencillo, honesto, humilde, que ame a su patria, a las ciencias y por sobre todas las cosas a Dios; un buen consejero no inclinado a variar de condición si está satisfecho con la suya, un desarrollador de valores morales inquebrantables. La moral es el alimento que nutre a la educación, decía, y como que la educación es tierra más amplia y fecunda que la instrucción «los que enseñan no son más que unos compañeros del que aprende, que por haber pasado antes el camino, pueden cuidar que no se separe de la dirección que proscribe el análisis. «EL VERDADERO MAESTRO ES LA NATURALEZA».
Varela veía en el maestro la fuerza necesaria e insustituible para la obra educacional. Cuánta razón tuvo al expresarnos que «la mayor gloria de un maestro era hablar por boca de sus discípulos... y que estaba absolutamente persuadido, de que el gran arte de enseñar consistía precisamente en saber fingir que no se enseñaba». Qué profundidad de pensamiento pedagógico y qué vigencia tienen estas palabras. Si las reflexionamos despacio y en toda su hondura, de seguro nos obligarían a preguntarnos: ¿hablan hoy en día nuestros maestros por boca de sus discípulos?, ¿ayudan a formar en su generalidad jóvenes con valores morales, éticos y cívicos inquebrantables?, ¿es nuestra masa profesoral por vocación un digno ejemplo a imitar por los educandos?.
Varela nos legó desde la primera mitad del siglo pasado con su genial intuición educadora que lo más importante en el proceso docente educativo, proceso que es bilateral entre la enseñanza y el aprendizaje, no radicaba esencialmente en el acto de enseñar propiamente, sino en la posición empática que debía adoptar el profesor con el que aprende. ¡Qué lejos estamos de este consejo o mensaje tan cacareado en la actualidad! Deberíamos entonces ocuparnos más de lo segundo que de lo primero; ocupémonos más de cómo el alumno aprende y no de cómo el maestro enseña con recetas igualitaristas o fórmulas esquemáticas y totalizadoras. Ese es evidentemente su mensaje, que mantiene hoy su vigencia con una importancia extraordinaria. Si se quiere formar un hombre libre como individualidad, como persona, y si libertad es justicia y esta descansa en la verdad, ayudemos y solo eso, a que nuestros alumnos busquen su propia verdad, que se apropien por si mismos de la esencia de los fenómenos, y de los hechos a través de sus propios esfuerzos y de su pensamiento, desarrollados ambos en la propia actividad. Solo una educación desarrolladora, liberadora y humanista, podrá lograr tamaño objetivo o encargo social.
Al leer algunos escritos relacionados con el raciocinio Vareliano, se nota la insistencia de Varela, en la necesidad de que el niño, el adolescente y el joven, piensen y desarrollen ese pensamiento, y que esto a su vez se convierta precisamente en el objetivo fundamental de la educación y de la pedagogía cubana.
Estas ideas quedan resumidas en sus proféticas palabras, cuando expresó:
«un catecismo repetido de memoria en forma de diálogo esperando el niño la última sílaba de la pregunta, para empezar la primera de su respuesta, es el medio más eficaz para perder el recto juicio, sin instruirse en la doctrina cristiana. El aprender de memoria es el mayor de los absurdos... y agrega: enseñar al hombre a pensar, desde sus primeros años, o mejor dicho, quitarle los obstáculos para que piense... y resume: creemos que los niños son incapaces de combinar ideas y que deben enseñárseles tan mecánicamente, como se enseña un irracional. Nosotros somos los irreflexivos, cuando atribuimos a la incapacidad de los niños, lo que es un efecto de nuestro método y lenguaje».
Manifestó Varela una confianza ilimitada a las posibilidades intelectuales de los alumnos y predijo que las insuficiencias en la formación de valores en los mismos no dependían de éstos, sino de las insuficiencias propias del sistema educacional, que repercute directa y decisivamente en el trabajo de los maestros y de los discípulos.
No satisfecho aún con su labor pedagógica, introduce en sus clases de una manera sorprendente y revolucionaria el método explicativo, en abierta y franca guerra a la superstición. Por ello algunos de sus biógrafos lo han acusado de profesar una vocación religiosa presionada con posiciones intermedias debido a su carácter firme e independiente. Varela, a nuestro modo de ver, no combatió como podrían señalar algunos, ni a la Iglesia Católica, ni al cristianismo protestante y desde su profunda y limpia posición religiosa, sí lo hizo contra la superstición, viniera de donde viniera. Nunca un sacerdote en toda nuestra historia tuvo una posición tan viril y lúcida, posición que indicó un camino más luminoso y más adecuado a la evangelización que pedía Cristo y que debía asumir precisamente la iglesia cubana del siglo XIX. «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» Mt 22,21. Lo que sí hizo Varela con su actitud científica, consciente, racional, pero también espiritual y religiosa, fue precisamente defender y poner en práctica éstas palabras dichas por Jesús en el templo de Jerusalén y con ello armonizaba el pensamiento científico con el religioso. Se opuso al innatista que todo lo subordinaba a las ideas innatas en el alma, y criticó sabiamente al materialista cuya verdad solo descansa en lo material, pronosticando entonces que no había unidad en cuanto al criterio de la verdad.
Afirmaba que en las cosas divinas debía basarse la fe y en las humanas la razón. Nos enseñó que estudiar las leyes naturales, dominarlas y explicarlas, fortalecía el espíritu y que lejos de aislarnos de la fe divina nos acercaba a ella, porque la voz de la naturaleza proclamaba la existencia de Dios. No olviden, decía, que los intereses del espíritu priman siempre a los intereses materiales... , y que el hombre será tanto más ignorante, cuanto menos cree serlo.
Varela, siempre defendió el método del raciocinio y de la reflexión aguda y profunda, fundamentado en la lógica del entendimiento. Explicar para Varela en el plano pedagógico, equivalía a buscar un por qué, a buscar la esencia del o de los fenómenos, eso que el decía era invisible, llegar a las causas de los objetos y buscar las relaciones tanto entre dichas causas como entre los objetos en sí.
Qué lejos de imaginarse estaba que con ello contribuía al desarrollo de otras habilidades intelectuales más complejas y hoy en día muy estudiadas por la psicopedagogía, como son la argumentación, la valoración, la definición de conceptos, la modelación, entre otras. Era un reto mayor, era llevar a la práctica el racionalismo Cartesiano y el experimentalismo de Bacon, era estructurar el aprendizaje de lo simple a lo complejo, de lo concreto a lo abstracto, de lo conocido a lo desconocido, era en resumen colocar al estudiante en la misma posición que el científico ante los fenómenos y los hechos en cuestión.
Solo la armonía entre la práctica y la teoría haría posible llegar a resultados cada vez más insospechados, ambos por separado de nada valen, predijo.
Con la experimentación en la enseñanza y el procedimiento explicativo, prefijó también para la pedagogía cubana dos métodos, hoy considerados como procedimientos, que a mi juicio han sido y serán los métodos generales de la pedagogía y los vehículos eternos de la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias naturales y por ende de las ciencias exactas. El método analítico-sintético y el método inductivo-deductivo. Aclaramos que tanto el análisis como la síntesis, forman parte de las operaciones básicas del pensamiento mencionadas con anterioridad y que en resumen son: la comparación, la abstracción, la generalización, el análisis y la síntesis.
Luego fue el precursor del análisis y de la síntesis, de la inducción y la deducción en el proceso de enseñanza aprendizaje cubano.
Según Varela, la educación tenía que convertirse en el eje impulsor del progreso social, y por tanto era la base de las reformas cubanas. El fue el promotor de lo que más adelante Luz y Caballero nombró como el fundamento científico-técnico-metodológico de nuestra pedagogía, la que consideraba como la ciencia de la educación cuya esencia era la moral, separando muy bien el significado de los conceptos, instrucción y educación. Exigió que la educación debía cultivar las facultades morales del individuo, pilar en el que debe descansar toda sociedad digna; la educación debía formar ante todo hombres de bien, patriotas y no enciclopedistas desvalorizados. «Hombres libres dijo, porque la independencia y la libertad nacional, son hijas de la libertad individual.»
Sus enseñanzas cívico-patrióticas, quedan también patentizadas en su, aunque corta, muy fructífera labor frente a la cátedra de constitución, creada en el año 1821, la cual dirigió al ganar el ejercicio también por oposición. Taller de pensamientos, así la definen muchos de sus discípulos, pues fue el colegio de San Carlos y San Ambrosio, con su cátedra de constitución, la cuna del patriotismo y el manantial de valores cívicos y morales necesarios, en los cuales se erigió la nación cubana. Bajo la actitud paternal y no paternalista del sabio sacerdote, aprendieron los jóvenes de entonces el significado de patria, de nación, de libertad. Allí se engendró y se desarrolló el concepto de virtud y el de dignidad plena del hombre. Allí se proclamaron los deberes y los derechos del ciudadano. Desde allí, desde el colegio de San Carlos y San Ambrosio, cuna del pensamiento cubano, un día todos nosotros, empezamos a aprender que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad. Desde allí, un día todos nosotros, empezamos a creer más firmemente, que la hostia bajo la apariencia del pan era el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo.
Fue Varela, no solo para los cubanos, sino para el mundo entero, un evangelio vivo al decir de Luz y Caballero, un hombre entero, un soldado de Cristo como el mismo se autotitulara a los 14 años de edad, cuando tuvo que escoger entre los estudios militares y el sacerdocio, un patriota consagrado, un cultivador de hombres de la estirpe de los José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, Domingo Del Monte, Rafael María de Mendive, entre otros; hombres que sirvieron de conexión, de pontífices, entre él y la generación gloriosa del l868.
Si Caballero lo proclamó como el más genial de los maestros cubanos, hoy para nosotros debe ser, al igual que lo fue para el Apóstol, EL SANTO CUBANO, que modeló con su inmensa fe y tenacidad heroica, los primeros e imprescindibles ladrillos para construir el horno en el cual se cocerían los restantes, y con ellos edificar, planta a planta, el edificio de la nación cubana.
Es por tanto Varela para nosotros:
« El padre de nuestra nacionalidad»
« El padre de la dignidad de nuestro pueblo»
« El padre de nuestra cultura»
y también, por que no:
« El padre de la pedagogía cubana»
BIBLIOGRAFÍA.
- Varela, Félix. Misceláneas filosóficas. Editorial Pueblo y Educación, 1992.
- Almendros, Herminio. Ideario pedagógico de José Martí. Colección Textos Martiano, 1990.
- De la Luz y Caballero, José. Escritos Educativos. Editorial Pueblo y Educación. 1991.
- Varela, Félix. Cartas a Elpidio. Selección Educación y Patriotismo. Vol. 3. Editorial U.H., 1960.
- Miranda, Oliva. Félix Varela, su pensamiento político y su época. Editorial Ciencias Sociales, 1984.
- Rodríguez, José Ignacio. Vida del presbítero, D. Félix Varela, N.Y., Imprenta DE’O Novo Mundo 39. Park Row times, Becilding, 1878.
- Raxach, Rosario. El pensamiento de Félix Varela. Edición 1950.
- Hernández Travieso, Antonio. Varela y la reforma filosófica en Cuba. Edición 1942.
- Martí, José. Obras Completas, Tomos 1 y 5.
- Discurso pronunciado por Félix Varela en la apertura de la clase de Constitución.
- Discurso leído por el presbítero D. Félix Varela en la primera junta de la Sociedad Patriótica de la Habana.

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